« Dichoso el hombre que cuenta, desde los primeros años de su existencia, con la mejor escuela en que los padres son los maestros. Y, al declinar de la vida, cuando el hombre se apoya en un bastón, dichoso él si en la familia tiene un lugar junto a la lumbre y unos familiares que le dan un beso antes de ir a dormir».
Una familia feliz

«Una familia feliz es el tesoro más valioso»
Cómo han cambiado los tiempos. La forma de proceder a la que hace referencia la frase de arriba, es un valor cristiano y una costumbre habitual de tiempos pasados. Aunque no hace tanto, de cuarenta años o cincuenta hacia atrás aún se cuidaba a los padres, y cuanto más atrás, más arraigada estaba la costumbre. Y qué curioso, si nos paramos a pensar, era cuando los hogares y la familia feliz pasaba más penurias. Entonces no se contaban con los medios que hay ahora: frigoríficos, lavadoras, televisores y, así un sinfín de medios más que ahora tanta tarea quitan en los trabajos de casa. Y ahora, que hay menos trabajo, nos deshacemos de nuestros seres más queridos, metiéndolos en residencias o lugares por estilo.
Es verdad que la estructura del hogar ha cambiado, hoy trabajan los dos cónyuges y eso dificulta la forma de hacerlo. Aun así, esto tampoco debiera justificarlo, pues si trabajan los dos, eso quiere decir que se cuenta con más medios materiales, lo que permite contratar una persona si fuera necesario. Hay que decir que, en la mayor parte de los casos, los padres podrían estar solos sin necesidad de una persona que los cuide.
«Una familia feliz es un refugio seguro»
No somos capaces de sacrificarnos por nuestras personas queridas, sin embargo, no tenemos inconveniente en aceptar la compañía de animales que causan no menos molestias. Y esto que ocurre con los padres sucede también con los hijos. En esta sociedad actual se ha dejado de tener hijos por el mismo motivo. En cambio, vemos parejas con un perro o un gato, al que hay que dar también de comer y beber, lavarlo, sacarlo de paseo. Incluso, algunos lo visten y lo llevan a la peluquería….
Esto debiera hacernos reflexionar y decidir qué tipo de sociedad queremos. Si la tradicional de siempre, en la que la familia ocupaba un lugar preferente, o, la actual, en la que prima más la comodidad. Con esta forma actual de pensar, dejamos a un lado lo más importante: la felicidad. No solo hemos acabado con el arraigo familiar, también con los hogares.
«La familia es donde empieza la vida y el amor nunca termina»
Ya no solo no se tienen hijos, también hay por desgracia un mayor número de hogares rotos porque las parejas no se aguantan. Siempre que conviven dos o más personas, lo normal es que en algún momento se produzca algún desencuentro. Y si no se soluciona al instante, el tiempo es después el encargado de hacerlo. Hoy, por desgracia ya no es así, y a la más mínima discusión ya no se aguantan y optan por romper esa unión e irse cada uno por su lado.
Esta sociedad actual ha perdido la capacidad de sufrimiento, cuestión indispensable para conseguir cualquier cosa importante: la familia, el trabajo…. Sin esta determinación de sufrir, seremos incapaces de conseguir unos buenos objetivos y nos vemos condenados a la comodidad del sofá, que es lo que nos echa a perder. Lo correcto sería sacrificarse en las primeras etapas de nuestra vida. Intentar lograr una buena formación profesional, que a su vez nos aporte un buen nivel de vida.
Intentar encontrar una pareja que congenie bien su carácter con el nuestro. Lo mismo para conseguir unos hijos bien educados. Y por último, esforzarse en ayudar a nuestros padres cuando nos necesiten, pues ellos lo hicieron antes con nosotros en mayor medida.
Merece la pena poner todo tu empeño en crear una familia feliz.