«La Paciencia, la más heroica de las virtudes, porque carece de todo signo de heroicidad»

La paciencia es una virtud que se conquista
A veces convertimos en una manía el hecho de dar importancia a cuestiones que carecen de ella. Podríamos hacer una lista interminable de errores cometidos por falta de paciencia, y el sufrimiento que causan después.
Se dice que «las mejores maneras de tratar con el prójimo, las inspira el amor». Pero, ¿cómo conseguir que haya amor cuando vemos malos detalles en la otra persona? Es la paciencia, la que, aguantando las famosas setenta veces siete esas ofensas, nos lleva a la reconciliación con los demás. Sin embargo, todos reconocemos que, tan fácil como resulta escribirlo, es de difícil llevarlo a cabo.
Como personas, debemos cambiar dando una mayor importancia a estas dos virtudes: Fe y Paciencia. Lo más importante es la felicidad, y esta se mide por el grado de tranquilidad que posee una persona. La tranquilidad no es ausencia de problemas, esto último es imposible, es la forma de afrontar las adversidades que se presentan. Si tenemos Fe seremos pacientes y aprenderemos a afrontarlos con tranquilidad. Lo haremos poniéndonos en las manos de Dios, que es el mejor maestro, y Él se encargará de afrontarlo de la forma que mejor nos convenga.
Esto no quiere decir que nosotros no hayamos de hacer nada, debemos ser perseverantes en lo que nos hayamos propuesto, y, ante todo, pacientes en aguardar el resultado, Dios es quien marca los plazos.
La Paciencia es una de las claves del éxito en cualquier propósito que llevemos a cabo. Suele ocurrir que, cuando uno desea algo lo quiere ya. Y en este mundo actual, aún más, vivimos acelerados y las consecuencias son fáciles de prever: más estrés y menos felicidad.
Hay que ser perseverante en lo que uno se proponga, incluso, una pequeña dosis de orgullo propio no está mal. Pero hay que ser pacientes y tomarlo con moderación, y saber que las cosas no llegan cuando nosotros queramos.
Dios es lo único indispensable, lo demás nos vendrá por añadidura. Y para conseguirlo no es necesario más que una cosa: la caridad, que es el amor al prójimo. Damos por hecho que la reina de las virtudes es la caridad, esta es el motor de arranque que mueve todas las demás. Sin embargo, se puede decir que, allí donde hay caridad, con seguridad ha de haber paciencia. Qué padres no son pacientes con sus hijos. En todas las hazañas ocurridas en la historia, además del trabajo ha estado presente la paciencia.
Una alternativa al amor no es el odio sino la paciencia